
El dolor cuando las emociones son muy intensas es un fenómeno real que experimentan muchas personas, en el que los sentimientos y las emociones provocan malestar físico en el cuerpo. A medida que las personas procesan sus pensamientos y sentimientos, llega un momento en que el dolor se manifiesta como resultado de toda una serie de sensaciones que muchas veces no podemos controlar.
Para comprender este fenómeno, es importante conocer los tipos de efectos causados por esta situación, ya que hay evidencia científica sobre esta conexión que ha sido muy estudiada, así como los síntomas habituales, y cómo pueden las personas afrontar este problema, que puede ser tanto anecdótico como algo de gravedad.
Tipos de dolor físico causado por las emociones.
Es necesario explicar qué tipos de sensaciones físicas se asocian a las distintas sensaciones que podemos tener. Las emociones negativas, como la ira y la tristeza, pueden provocar molestias físicas en zonas como el cuello, los hombros y la espalda; mientras que las emociones positivas, como la alegría, pueden provocar una sensación de tranquilidad, euforia o hasta un aumento de la frecuencia cardiaca.
También tenemos casos como el miedo, que puede provocar sensaciones de hormigueo en brazos y piernas; mientras que la ansiedad puede manifestarse como dificultad para respirar o dolor de cabeza, según el nivel de estrés o el estado de salud mental de la persona.
En general, tenemos casos de dolores de:
- Cabeza y migraña: Son los más frecuentes y pueden estar causados por el estrés, la depresión o la ansiedad. Se experimentar palpitaciones, golpes o un dolor sordo en la cabeza que puede durar horas o incluso días.
- Espalda: A menudo es consecuencia de la tensión y los espasmos musculares que pueden provocar el estrés. Puede variar desde rigidez hasta una sensación aguda y ardiente que se irradia por la espalda.
- Cuello: Las personas con este problema pueden experimentar rigidez en el cuello, junto con restricción de movimientos y molestias al intentar girar la cabeza o inclinarla hacia arriba y hacia abajo.
- Estómago: Como en los casos anteriores, suelen ser consecuencia del estrés, la ansiedad o la depresión, y pueden ir desde náuseas leves, hasta vómitos intensos o ulceras con el paso del tiempo. También puede haber hinchazón, estreñimiento, diarrea u otros síntomas digestivos asociados a este tipo de dolor.
- Tensión muscular: Esto genera fatiga e irritabilidad, así como sensación general de malestar en todo el cuerpo.
La ciencia detrás de esto.
La ciencia que subyace a esta conexión entre emociones y dolor físico radica principalmente en dos sistemas de nuestro cuerpo llamados sistema nervioso y sistema endocrino. El sistema nervioso utiliza nervios de todo nuestro cuerpo para comunicar información de un lugar a otro, lo que provoca reacciones corporales como movimientos involuntarios y reflejos cuando se estimula; mientras tanto, el sistema endocrino utiliza hormonas que pueden afectar a la tensión arterial, el estado de ánimo, los ciclos del sueño, los niveles de energía e incluso la respuesta inmunitaria, dependiendo de sus niveles en el organismo.
Cuando estos dos sistemas son activados por nuestros pensamientos y sentimientos, pueden producirse diversos tipos de sensaciones como consecuencia de estos cambios en la composición química de nuestro cuerpo, entre las que se pueden incluir reacciones involuntarias que después de determinado tiempo resultan molestas.
Emociones negativas.
En el caso de las emociones negativas, suele manifestarse de forma diferente al causado por las positivas, debido a sus distintos efectos en nuestra fisiología. Las emociones negativas, como la ira o la tristeza, tienden a crear tensión en nuestros músculos, lo que provoca dolores en la parte superior del cuerpo. Esto puede desencadenar migrañas o hasta malestar estomacal, donde ya se ven más claramente los efectos físicos.
Además, hay situaciones donde se puede incluir temblor en las extremidades acompañado de sudoración. En casos como la ansiedad, puede ir desde mareos, náuseas hasta dificultad para respirar, dependiendo del estado mental del individuo en cada momento.
Dichas sensaciones suelen desencadenarse cuando nuestra mente percibe cualquier tipo de amenaza (real o imaginaria), independientemente de su magnitud, lo que desencadena una respuesta de lucha o huida que provoca determinados cambios fisiológicos en nuestro organismo que se manifiestan como molestias.
Comprender la conexión entre las emociones y el dolor.
Es esencial que las personas comprendan cómo afectan sus sentimientos a su cuerpo, de modo que puedan tomar medidas para gestionar cualquier malestar que puedan sentir en momentos de agitación emocional, ya sea mediante estrategias de autocuidado.
Esto es tan simple como practicar el ejercicio regular, escribir un diario para saber nuestros sentimientos, realizar actividades de relajación y prácticas de atención plena que permitan comprender mejor cómo se van generando las diferentes cosas que sentimos.
Aparte de realizar actividades de autocuidado, es importante que las personas reconozcan cuándo su dolor emocional es demasiado para que lo manejen solas y requieren ayuda profesional. Esto podría incluir una extrema falta de aliento o dificultad para respirar, una repentina disminución del apetito o una pérdida de peso significativa, fatiga persistente o incapacidad para concentrarse o una sensación de estar atrapado en uno mismo, entre otros signos.
La relación entre la salud mental, la salud física y el dolor.
La relación entre estos tres elementos puede ser compleja, a menudo entrelazada de formas que pueden ser difíciles de identificar. Aun así, sabemos que el dolor, ya sea físico o emocional, puede tener un impacto significativo en nuestra vida cotidiana. Puede hacer que nos aislemos de nuestras comunidades, perturbar las conexiones sociales e incluso interferir en nuestra capacidad para trabajar o realizar tareas cotidianas.
Después de todo, las personas pueden encontrarse en un ciclo interminable de sufrimiento agravado por el bajo estado de ánimo, la ansiedad o la dificultad para dormir. Esto dificulta el mantenimiento de la propia salud y la realización de actividades que aporten alegría.
Aunque el dolor en sí tiene un origen físico, los factores psicológicos pueden influir en la forma en que alguien lo experimenta. Por esta razón es importante no subestimar lo que dice alguien que se siente mal, ya que aunque no lo vemos, el daño está presente y siempre crece.