
La frustración es una experiencia emocional que muchos habremos sentido al menos una vez y que puede tener un impacto significativo en nuestra vida cotidiana. El detalle está en que puede presentarse por diversas razones, por lo que llega un momento en que debemos preguntarnos qué podemos hacer para tratar de solucionarlo.
Esto es importante porque los efectos de situaciones como está pueden afectar la calidad de vida de la gente y además, afectar de forma significativa a nuestros seres queridos. Si bien parece complicado mejorar en un problema así, sabiendo lo que sucede es posible dar el primer paso para encontrar en cambio, momentos que nos hagan felices.
Causas de frustración.
Expectativas u objetivos no cumplidos.
Cuando no se cumplen nuestras expectativas u objetivos, podemos sentirnos frustrados. Esto puede ocurrir cuando nos fijamos metas poco realistas, o cuando no disponemos de los recursos o el apoyo necesarios para alcanzar nuestras metas. Por ejemplo, si te propones perder peso pero no tienes acceso a un gimnasio ni a opciones de comida sana, puedes sentirte mal. Además, si no ves los resultados que deseas en el momento oportuno, también puedes sentir más emociones negativas.
Falta de control.
Sentir que no tienes control o poder sobre una situación también puede provocar frustración. Cuando te encuentras en un escenario en el que no puedes influir en el resultado, puede ser difícil sentirse satisfecho. Esto se complica aun más cuando te encuentras en una situación en la que no tienes capacidad para tomar decisiones o emprender acciones.
Obstáculos o barreras.
Cuando los obstáculos o barreras se interponen en la consecución de un resultado deseado, puede resultar bastante irritante. Estos obstáculos pueden ser externos, como las limitaciones económicas o la falta de recursos, o internos, como la falta de confianza o las dudas sobre uno mismo.
Responsabilidades contradictorias.
Cuando te ves arrastrado en distintas direcciones por exigencias o responsabilidades contradictorias, es posible que vayan surgiendo emociones negativas. En casos donde por ejemplo, se intente compaginar el trabajo con las responsabilidades familiares, puede ser difícil encontrar tiempo para ambas cosas. Además, si intentas dedicarte a una afición o interés pero también tienes otras prioridades más importantes, llegará un momento en que será difícil postergar las cosas y solo habrá frustración.
Malentendidos.
Los fallos de comunicación o los malentendidos también pueden provocar molestia. Cuando intentas transmitir tu mensaje o entender lo que otra persona quiere decir y simplemente no se entiende, puede resultar bastante molesto. En casos así, cuando se trata de pedir ayuda y no recibes la respuesta o el apoyo que necesitas, termina siendo más contraproducente.
Consecuencias de la frustración.
Malestar emocional, como ira o resentimiento.
Una de las consecuencias más comunes de este sentimiento es el malestar emocional. Cuando nos sentimos así, también podemos sentirnos enfadados o resentidos. Estas emociones pueden dirigirse contra nosotros mismos, contra los demás o contra la situación que genera todo esto.
La ira y el resentimiento pueden manifestarse de distintas maneras, como agresión verbal o física, agresión pasiva o retraimiento. Este malestar puede repercutir negativamente en nuestras relaciones, nuestra salud mental y nuestro bienestar general.
Síntomas físicos.
También es posible tener consecuencias físicas. Cuando nos enojamos, nuestro cuerpo puede responder con síntomas físicos como la tensión muscular. Estos síntomas pueden deberse a la liberación de hormonas del estrés en respuesta a situaciones agotadoras o agobiantes.
Dificultad para concentrarse.
Cuando nos sentimos frustrados, nuestra mente puede divagar y nos puede costar mantenernos atentos para realizar actividades. Esto puede dificultar la realización de las tareas y provocar más enojo. Además, en momentos donde solo haya molestia, también puede dificultar el pensamiento creativo o la resolución de problemas, lo que también puede hacer más difícil completar las tareas, formando un ciclo donde solo nos vamos sintiendo peor.
Mayor riesgo de depresión o ansiedad.
En un escenario como este, también podemos sentirnos desesperanzados, lo que puede provocar depresión. Además, es muy probable que tengamos dificultades para conciliar el sueño o que no podamos relajarnos, lo que puede contribuir a la ansiedad. En general, se trata de inconvenientes que se complementan y se refuerzan uno con otro, por lo que al sentirnos tristes, también es común que haya una sensación de desesperación.
Aislamiento social o problemas de relación.
Podemos alejarnos de los demás o participar menos en actividades sociales. Además, esta emoción también puede dificultar la comunicación con las personas a nuestro alrededor, lo que puede provocar aun más problemas. En casos así, es probable que nuestro enojo se dirija a los demás, lo que provocaría conflictos y deterioraría las relaciones.
Disminución de la motivación o la productividad.
Finalmente, es posible que perdamos el interés por cosas que antes nos gustaban, o que nos sintamos menos motivados para trabajar. Ya sea porque consideremos una molestia todas estas actividades o incluso porque veamos con incertidumbre o miedo los resultados que podamos obtener, es un hecho que perdemos el animo para actuar.