
En la cultura actual se suele sentir una extraña sensación de rezago en diferentes aspectos que antes ni siquiera se podrían imaginar. En este aspecto, se utilizan técnicas de marketing creativas para hacer que un producto que todavía es funcional parezca estar envejeciendo prematuramente.
Muchas otras cosas, como ropa, zapatos, cortinas y otros accesorios, entran en esta categoría. Como consecuencia de la necesidad cada vez mayor de obtener beneficios y de un mercado cambiante, estos productos fueron concebidos originalmente para sobrevivir durante décadas, pero ahora parece que ni siquiera se les permite durar unos cuantos meses. Pero, ¿es esto algo que solo percibimos o que en realidad sucede de manera deliberada?
Obsolescencia percibida.
Debido a su aspecto anticuado, la utilidad o conveniencia de un producto puede ser malinterpretada como viejo. Los usuarios pueden verse perjudicados por ello, ya que fomenta una cultura de desecho que les incita a adquirir nuevos objetos en lugar de reparar o reciclar los antiguos, lo cual sería más económico y hasta rentable al corto y largo plazo.
Es posible evitar caer en la trampa de la obsolescencia percibida siguiendo unos sencillos pasos. Invertir en cosas duraderas y de alta calidad es una opción. Reparar en lugar de desechar también puede ser una alternativa. Al final, donar o reciclar los productos no deseados es mejor que tirarlos a la basura, ya que a alguien más les serán de utilidad.
Aunque nos sintamos mal por ver todas esas cosas nuevas pasar, después de ver cuanto dinero hemos ahorrado y todas las posibilidades que se nos abren por ser pacientes y hacer más con lo que ya tenemos, veremos que incluso podremos obtener mejores productos.
Repercusiones para las empresas y sus clientes
La obsolescencia de productos o servicios tiene un impacto negativo tanto para las empresas que los crean como para las personas que los utilizan. Las ventas, los beneficios y la cuota de mercado corren peligro cuando los productos de una empresa se consideran obsoletos.
En determinadas situaciones puede llevar a la desaparición de un negocio. Los consumidores pueden volverse derrochadores y frustrados si creen que aquello que poseen está a punto de caducar. El desconocimiento de los bienes y servicios que todavía pueden ser útiles también puede llevar a los consumidores a perder posibilidades en su propio beneficio.
En este aspecto, es fundamental que las empresas se mantengan al corriente de los nuevos avances tecnológicos y de los cambios en las preferencias de los clientes. Estas empresas también deben ofrecer productos y servicios duraderos y fáciles de reparar. De igual forma, los clientes deben ser conscientes de cómo las empresas se esfuerzan por promover la obsolescencia de sus productos, por lo que también deben buscar artículos y servicios duraderos.
¿Es una táctica de marketing?
Los debates recientes se han centrado en la obsolescencia percibida, o en la suposición de que las grandes cadenas hacen que las cosas queden anticuadas a propósito para que los clientes sigan comprando otras nuevas. La pregunta es: ¿existe realmente este fenómeno? Y si es así, ¿debería preocuparnos?
En la mayoría de los casos, es imposible saberlo. Es posible encontrar casos de negocios que lanzan nuevos artículos que no son tan diferentes de sus predecesores. En este sentido, las empresas sólo reaccionen a la demanda de los clientes de más y mejores artículos, pero podría ser una coincidencia.
De igual forma, tampoco se pueden negar los casos bastante evidentes de grandes marcas tecnológicas que prácticamente tienen listo un nuevo dispositivo en el momento en que hacen un lanzamiento.
Para evitar sucumbir a la tentación de comprar lo más nuevo y mejor, es vital ser consciente de la posibilidad de estar cayendo en este fenómeno. Al final, lo más importante es informarse sobre el problema y leer análisis, ver vídeos y hablar con personas que sepan sobre los nuevos productos. Cuanto más informado está uno, más preparado estará para tomar decisiones de compra acertadas.
¿Qué causa esta situación?
Es un fenómeno psicológico en el que los individuos asumen que los artículos que poseen ya no son elegantes, útiles o atractivos. Los cambios en la tecnología, el estilo o la calidad pueden ser reales o verse como tales, lo que lleva a esta idea errónea. Así, los consumidores pueden desechar cosas perfectamente decentes por versiones más nuevas, a pesar de que siguen siendo funcionales.
Como resultado de este ciclo obsesivo de actualizaciones, se desperdician importantes recursos y se acumulan los residuos electrónicos, lo que supone una carga para el medio ambiente. Además, la obsolescencia no se limita a los objetos tangibles; también puede dañar las experiencias y las relaciones.
¿Cómo se genera?
Las campañas de marketing, el uso de materiales con un cierto ciclo de vida y hasta las redes sociales pueden contribuir a esta sensación. Es una percepción que puede afectar a cualquiera en cualquier momento, pero es más probable que tenga un impacto más notable en los jóvenes.
¿Cómo ser un mejor consumidor?
La gente puede evitar caer en la trampa haciendo algunas cosas muy sencillas. Es importante ser consciente de la cuestión y entender cómo las organizaciones la utilizan en su propio beneficio. Hay que ser un cliente más escéptico y resistirse a las tácticas que pretenden persuadir para que compremos lo más nuevo.
Una buena recomendación en este caso es apoyar a las empresas que no siguen este modelo de negocio y que hacen cosas duraderas y de buena calidad. Una sola persona y sus acciones pueden servir para concienciar sobre los peligros de este comportamiento poco ético e inspirar a otros a seguir un modelo diferente.