Todos hemos estado en una situación similar, mirando una lista kilométrica de tareas pendientes, sintiendo el peso de la responsabilidad que pesa sobre nosotros y, sin embargo, parece que no podemos empezar. Ya sea un proyecto de trabajo, una tarea doméstica o incluso un pendiente sencillo como hacer una llamada telefónica, siempre hay algo que parece más apremiante, más urgente o simplemente más interesante que cualquier otra cosa que deberíamos estar haciendo.
Pero, ¿por qué procrastinamos? ¿Es simplemente una cuestión de pereza o falta de disciplina? ¿O hay algo más profundo en juego? La verdad es que es un fenómeno complejo y polifacético, con diversas causas y factores contribuyentes. Algunas personas lo hacen porque son perfeccionistas y temen no hacer algo a la perfección. Otras pueden tener problemas de salud mental subyacentes, como ansiedad o depresión. Otras pueden estar luchando contra la falta de motivación o de dirección.
Sea cual sea el motivo, puede ser un círculo vicioso. Cuanto más posponemos algo, más desalentador resulta y más difícil es reunir la fuerza de voluntad para abordarlo. Y, por supuesto, cuanto más posponemos algo, más estresados y agobiados nos sentimos. Por esta razón, nos conviene saber más del tema y darnos cuenta de que se trata de algo que podemos controlar, siempre y cuando sepamos más de esta situación.
¿Qué es la procrastinación?
Se trata de un fenómeno que nos afecta a todos en algún momento de nuestras vidas. Puede definirse como el aplazamiento de tareas que deben realizarse para más adelante, lo que a menudo provoca que nos sintamos abrumados y estresados cuando la tarea debe completarse en última instancia. Los efectos de la procrastinación pueden ir desde pequeños inconvenientes hasta consecuencias mucho más graves, como el incumplimiento de plazos, un rendimiento deficiente e incluso problemas de salud física.
Las razones por las que la gente procrastina varían de una persona a otra y pueden estar relacionadas con factores personales como el perfeccionismo, el miedo al fracaso, la falta de autodisciplina o la dificultad para gestionar el tiempo eficazmente.
Para muchos, se convierte en un hábito debido a sentimientos de ansiedad o preocupación por ser juzgados por los demás si no consiguen terminar una tarea a tiempo. La falta de recursos o las tareas de mayor importancia que parecen abrumadoras pueden llevar a las personas a posponerlas hasta el último momento y acabar sintiéndose apuradas y estresadas cuando finalmente completan la tarea.
Efectos negativos.
Los efectos de procrastinar pueden tener implicaciones de largo alcance, más allá de sentirse agotado justo antes de una fecha límite.
- Peor rendimiento académico, debido a que no se da tiempo suficiente para dedicarse adecuadamente al material del curso, lo que lleva a unas notas más bajas en general.
- Aumentar los niveles de estrés, ya que a medida que se acumulan las tareas y se acercan los plazos, se empieza a sentir más la incertidumbre de fallar.
- Dolencias físicas como dolores de cabeza, dolor de pecho, dolores de estómago y fatiga.
- Ser improductivo en general, porque sin motivación ni entusiasmo por el propio trabajo, se forma un círculo vicioso que perpetúa los malos resultados y los sentimientos de frustración y decepción hacia uno mismo.
¿Por qué sucede esto?
En lo más profundo de nuestro cerebro, se libra una batalla entre el sistema límbico y el córtex prefrontal. El sistema límbico, la parte primitiva de nuestro cerebro, no quiere más que gratificación instantánea, mientras que el córtex prefrontal es responsable de la planificación y la toma de decisiones. Ante una tarea, el sistema límbico será el que nos hará decir «¡Para qué hacerlo ahora si podemos hacerlo después!», mientras que el córtex prefrontal insiste en la responsabilidad y la disciplina. Sin embargo, en esta situación, muchos sabemos que parte es la que predomina y las decisiones que tomamos después.
Aun así, esto no es todo, ya que también está presente el gancho de la procrastinación. Entra la dopamina, el neurotransmisor responsable de hacernos sentir bien. Cada vez que posponemos una tarea y nos distraemos, nuestro cerebro nos recompensa con la dopamina, lo que hace mucho más difícil resistir el impulso de procrastinar la próxima vez.
Entonces, cuando nos sentimos cansados para hacer algo tedioso o molesto, pero tenemos la energía para realizar otras actividades, sabemos que detrás suceden muchas cosas. Por supuesto, también puede haber otros factores como se mencionó antes, tal como el perfeccionismo y el miedo que implica fallar.
Estrategias para evitar la procrastinación.
Para quienes buscan formas de liberarse del ciclo destructivo de procrastinar, existen varias estrategias útiles que uno puede emplear para aumentar los niveles de productividad en su vida.
Establecer objetivos realistas dividiendo las tareas más grandes en partes más pequeñas las hace más manejables, mientras que utilizar técnicas de planificación eficaces, como hacer listas con fechas de vencimiento, ayuda a controlar los plazos, al tiempo que proporciona una sensación de logro al tacharlos tras completar cada elemento de la lista.
Además, establecer recordatorios a lo largo del día ayuda a mantener la atención en lo que hay que hacer sin sacrificar un tiempo valioso buscando recordatorios más tarde, cuando ya puede ser demasiado tarde. Una vez que uno ha empezado a poner en práctica algunas estrategias básicas para evitar este problema, hay tácticas más avanzadas que se pueden tomar para ganar ventaja sobre sus propios malos hábitos.
Crear incentivos, como recompensas tras completar determinadas tareas, ayuda a crear motivación, mientras que obtener ayuda externa de amigos o familiares que proporcionen apoyo y responsabilidad mantiene a la persona en el camino hacia los objetivos que se ha fijado previamente, sin desanimarse cuando el progreso es lento o difícil de mantener de forma constante.
Tomar descansos regulares a lo largo del día no sólo refresca la mente, sino que te da la oportunidad de revisar los progresos en tus objetivos y hacer ajustes si es necesario para gestionar mejor tu tiempo de forma eficiente y eficaz.
Gestionar el estrés y la ansiedad.
Los niveles elevados de estrés pueden llevar a la gente a procrastinar aún más, ya que aumentan los sentimientos de preocupación y temor ante las tareas venideras, lo que provoca más retrasos en la finalización de cada elemento, lo que a su vez aumenta aún más el estrés.
En este aspecto, identificar el origen de la propia ansiedad es clave para poder abordarla adecuadamente, ya sea hablando de ello con alguien cercano o incluso buscando ayuda profesional si es necesario. En casos así, el ejercicio es una forma estupenda de aliviar la tensión acumulada, y la práctica de técnicas de atención plena, como la respiración profunda y la meditación, ayudan a desestresarse en momentos de dificultad, al tiempo que permiten permanecer presente en el momento, en lugar de preocuparse por el futuro.
Algo importante que cada persona debe recordar es la importancia de dormir bien. Controlar los patrones de sueño es importante para seguir siendo productivo durante el día. La falta de sueño afecta a los niveles de concentración, de energía, la memoria y el estado de ánimo general, lo que puede tener efectos drásticos en la capacidad de centrarse en lo que hay que hacer. Para evitarlo, es esencial que las personas descansen lo suficiente para que puedan mantenerse despiertas durante el día y evitar perder un tiempo valioso debido al agotamiento o a la falta de agudeza mental causada por unos hábitos de sueño inadecuados.
No hacer nada a pesar de darse cuenta del problema.
Para algunos se convierte en un problema crónico, que obstaculiza significativamente su progreso personal y profesional. El detalle particular en esta situación es que estos individuos, conocidos como procrastinadores crónicos, son plenamente conscientes de las consecuencias de su tendencia a retrasar las cosas. Comprenden que sus acciones conducen al estancamiento, a cargas financieras e incluso a problemas de salud. Aun así, las oportunidades se les escapan de las manos mientras inventan constantemente excusas para no empezar y para pedir prórrogas.
Sin embargo, el verdadero coste no se limita a los factores externos. También se refleja internamente en forma de frustración, ansiedad o baja autoestima. A pesar de este conocimiento, estos individuos se ven incapaces de liberarse del ciclo de la procrastinación. Saben que tienen que tomar medidas, pero se encuentran atrapados en un estado de retraso perpetuo.
Por esta razón, aunque algunos pueden pensar que es simplemente una cuestión de pereza o falta de motivación, la realidad es mucho más compleja. Puede tener su origen en diversos problemas subyacentes, que vale la pena atender con un profesional. Esto no ayuda a entender que no existe una solución única para todos. Cada persona debe identificar sus propias razones para procrastinar y trabajar para abordarlas.
Al final, puede ser útil recordar que no es un estado permanente. Existen estrategias y técnicas que pueden emplearse para liberarse del ciclo. Es importante comprender que el progreso, por pequeño que sea, sigue siendo progreso. Y a medida que vayas tomando pequeñas medidas para superar la procrastinación, descubrirás que la recompensa merece la pena. Podrás conseguir más cosas, sentirte más dueño de tu vida y, en última instancia, mejorar tu vida.