Con toda la información a la que tiene acceso la gente, es normal que muchos sientan curiosidad por todas las enfermedades que existen y de cierta forma, se sientan aludidos cuando algo les pasa. Sin embargo, también se presentan situaciones muy serias donde la mente nos lleva a creer cosas más graves solo por lo que sentimos, en una enfermedad conocida como el trastorno de somatización.
La salud es uno de los elementos más valiosos que tiene la gente, de modo que cuando éste se ve amenazado, es normal que las personas se preocupen por su bienestar. Aun así, es un hecho que algunos escenarios se llevan a los extremos y se crea una preocupación adicional. Si bien podría parecer que es algo que se puede controlar, hay quienes no pueden evitar esta situación.
¿Qué es el trastorno de somatización?
Es una enfermedad que provoca pensamientos, sentimientos y comportamientos anormales en respuesta a síntomas físicos, ya que la magnitud y la gravedad de dichos síntomas se suelen desproporcionar. Por esta razón, se ven afectadas las actividades diarias y la calidad de vida.
En este sentido, los síntomas pueden ser normales y los de cualquier otra enfermedad. Sin embargo, la clave está en que incluso cuando se da una causa médica, la ansiedad que siente el individuo no es razonable. Por lo general, muchas personas atribuyen erróneamente su malestar a una dolencia médica y se someten a pruebas y tratamientos médicos adicionales debido a sus emociones.
Debido a lo mencionado anteriormente, los problemas pueden ser físicos o no, pero causan un sufrimiento innecesario, ya que pueden tener diferentes efectos en los individuos, tales como:
- Trastornos neurológicos.
- Cansancio.
- Problemas intestinales.
- Dolor general.
- Ansiedad.
Lo más importante en el trastorno de síntomas somáticos, es que la gente no finge sus molestias. Por esta razón, tanto si se puede descubrir una razón física como si no, la carga emocional es importante.
¿Quiénes son más vulnerables?
La investigación sugiere que ciertos grupos de personas pueden tener un mayor riesgo. Las personas con antecedentes familiares de este trastorno o de otras enfermedades mentales también pueden ser más vulnerables. Además, quienes han pasado por traumas o factores de estrés importantes en su vida también corren un mayor riesgo, ya que la idea de volver a repetir el problema es causa de estrés y ansiedad.
¿Cómo afecta este enfermedad a los pacientes?
La preocupación y el estrés constantes por la salud pueden provocar ansiedad y depresión. Esto también puede interferir con el trabajo, la escuela y las actividades sociales. Además, algunas personas recurren de una manera más obsesiva a hacer ejercicio, dieta o tomar suplementos en un intento de mejorar su salud.
En este sentido, la calidad de vida se ve afectada indirectamente, ya que al interferir con el trabajo o las actividades de la vida diaria, puede haber una perdida de productividad y por ende, de salario. Además, el trastorno puede conducir al aislamiento social, ya que los pacientes pueden evitar las actividades y situaciones que desencadenan sus síntomas. Otro punto importante es que las visitas médicas frecuentes pueden ser costosas e interfieren con los horarios habituales, además de que añaden más tensión y preocupación.
Diferencia con la hipocondría.
Los síntomas del TSS son similares a los de la hipocondría. Este trastorno se manifiesta cuando una persona se preocupa excesivamente por no estar bien o por contraer una enfermedad grave, al punto en que está completamente seguro que se enfermará en algún momento en el futuro. Sin embargo, la diferencia principal en este caso es que la hipocondría se caracteriza por la ausencia de síntomas físicos reales.
Además, el TSS se asocia a una angustia significativa y a la alteración de la vida cotidiana, mientras que la hipocondría no suele tener un impacto tan grave. Por último, el trastorno de somatización tiende a desarrollarse en respuesta a un acontecimiento estresante, mientras que la hipocondría no suele ser desencadenada por nada específico.
Tratamiento.
El objetivo en este caso no es eliminar los síntomas físicos del paciente, sino más bien educarle en métodos de afrontamiento de los mismos, como aprender a controlar su ansiedad por el bien de su propia salud y cambiar los comportamientos perjudiciales que tiene debido a esta situación.
Existen diferentes opciones para el tratamiento, siendo lo más importante llevar a la persona a un terapeuta o consejero que pueda ayudarla a lidiar con sus síntomas. En algunos casos, la medicación prescrita por especialistas puede ser necesaria. En este sentido, la terapia es del tipo cognitivo-conductual. Esto quiere decir que se ayuda a las personas a aprender a controlar sus ideas, a afrontar el estrés y a mejorar su calidad de vida en general.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que los pacientes pueden resistirse a la idea de que sus preocupaciones estén desproporcionando lo que sienten físicamente, por lo que hay que tener cuidado al comunicarles esta información para no alterarlos.
La desesperación de no entender que pasa.
Puede ser difícil conseguir que la gente crea que estás tan enfermo, especialmente cuando no es posible sentir lo mismo que los demás. En muchos casos, las personas alrededor pueden pensar que estás siendo dramático. En este aspecto, es importante que seas lo más claro posible sobre lo que sientes y por qué crees que estás enfermo. Si puedes, es útil que un médico u otro profesional de la salud confirme tu diagnóstico.
Muchas veces, la gente pensará que estás exagerando o poniendo excusas. Si bien puede ser desesperante estar en esta situación, ya sabes que se trata de algo que si tiene explicación y que puede ser valorado por algún especialista. De modo que si el problema persiste, es mejor confiar en toda la evidencia medica sobre el tema y en los médicos.