A veces es más importante comunicar lo que se siente que lo que se sabe. Las emociones pueden amplificar los acontecimientos del presente y hasta el futuro, haciéndolos más memorables. Los poetas transmiten todo esto en sus obras, y aunque no lo sintamos, pueden influir en nuestra propia mente, ya que abarcan una amplia gama de sentimientos en los que la mayoría de la gente no suele prestarles atención.
¿Qué sentido tiene expresarse a través de la poesía?
La poesía es un tipo de arte que expresa los propios sentimientos. Sirve para comunicar un espectro de emociones, que van desde el amor y el placer hasta la desesperación y la pérdida. Para conectar con su público a un nivel más profundo, los poetas suelen utilizar un lenguaje emocional en sus escritos. Los autores generan un impacto más fuerte que resuena en los lectores cuando se describen pensamientos fuertes. Esto se debe a que las obras con un fuerte trasfondo emocional son más atractivas de leer por la profundidad y complejidad adicionales que aportan.
Estados de animo plasmados en la poesía.
La poesía es un medio popular para expresar los pensamientos y los sentimientos de una forma artística y elocuente. El amor, la pena, la rabia y la alegría son algunas de los elementos más destacados que se describen. Todo lo demás prácticamente sería un derivado de esto, ya que la tristeza y el dolor a veces van de la mano. En casos donde se describe felicidad, también se incluye la diversión por lo similares que llegan a ser.
Suelen utilizar un lenguaje emotivo para despertar toda clase de sensaciones en sus oyentes. Después de todo, uno de los aspectos más importantes de la poesía es su capacidad para provocar una respuesta emocional en el lector. Por esta razón los estados de animo que se pueden encontrar en estos trabajos no son muy diferentes a los que sentimos todos cada día.
Leyendo la mente de alguien más.
Leer los escritos de otra persona y sentir que puedes empatizar con sus sentimientos es una experiencia poderosa. Nuestras experiencias personales pueden entenderse mejor a través de las vivencias de alguien más y esto se suele encontrar en la poesía de quien ni siquiera conocemos. De esta forma, podemos aprender a empatizar con los demás y hasta a expresar nuestros sentimientos de forma sana y creativa.
Como lectores, establecemos vínculos emocionales con las historias que leemos. De ello puede derivarse la empatía e incluso la simpatía por su situación. Es posible que nos sintamos como si estuviéramos con el personaje. Con ciertas palabras que evocan ideas y sensaciones podemos comprender y procesar mejor nuestros propios sentimientos y darnos cuenta de que de alguna forma somos similares tanto al autor como a las personas que comparten el mismo gusto por su trabajo.
Al final, puede ser terapéutico leer poesía que refleje nuestras propias ideas. El proceso puede darnos una nueva perspectiva sobre nuestra condición. Saber que no somos los únicos que experimentan estas emociones puede ser una fuente de consuelo.
Encarando miedos.
Los poetas suelen expresar sus ideas a través de su obra, por esta razón tanto para el autor como para el lector, esto puede ser una tarea peligrosa. Por un lado, quien escribe puede exponerse a posibles burlas o críticas. El lector, por su parte, puede sentirse identificado con el poeta hasta un punto desagradable. Este tipo de riesgos puede conducir a un mayor conocimiento y apreciación del trabajo leído y de toda la trayectoria poética, por lo que al final es un paso riesgoso pero con muchos beneficios.
Espejo de los sentimientos.
Como medio para establecer una conexión más profunda con su público, los poetas suelen utilizar la emoción en sus escritos. Estos autores se esfuerzan por inspirar sensaciones similares en sus lectores, lo que puede conducir a una mayor comprensión y apreciación del poema al compartir sus propias experiencias.
Además, pueden producir obras que conecten con personas de muchos ámbitos de la vida al escribir sobre sentimientos universales como el amor o el dolor. Un trabajo emocional puede ser el que permanezca en la mente mucho tiempo después de haberlos terminado, sin importar si haya provocado un buen llanto o una felicidad inimaginable.