
Es natural tener preocupaciones e incertidumbres de vez en cuando, pero cuando se vuelven persistentes e incontrolables, pueden tomar un costo en nuestro bienestar emocional y físico. La preocupación crónica puede tener una serie de consecuencias negativas, como inquietud, insomnio, dificultad para concentrarse y retraimiento social. Estos síntomas pueden dificultar el funcionamiento en la vida diaria, e incluso pueden provocar trastornos más graves, como el trastorno de ansiedad.
Todo esto es caracterizado por una preocupación y tensión excesivas e irreales, incluso cuando hay poco o nada que las provoque. A las personas en esta situación les puede resultar difícil controlar sus emociones, y pueden experimentar síntomas físicos como fatiga, dolores y tensión musculares, y dificultad para dormir.
Existen diversas causas para estos males en exceso y todos éstos vienen con sus síntomas asociados. Si bien es normal sentir cierto nivel de preocupación por las situaciones a nuestro alrededor, cuando esto se vuelve constante y nos lleva al limite, vale la pena tratar de entender más los factores involucrados e intentar superar dicha situación.
Ansiedad y estrés unidos.
Para empezar, primero debemos entender qué significan realmente estas emociones diferentes. La ansiedad por lo general involucra sentimientos de inquietud, aprensión o miedo que a menudo se producen sin motivo ni contexto. En este sentido, la preocupación tiende a centrarse en un asunto o problema concreto, mientras que el estrés suele estar relacionado con una situación o acontecimiento en particular, como los plazos de entrega en el trabajo o los problemas económicos.
Estas emociones pueden tener repercusiones importantes en el funcionamiento cotidiano si se vuelven demasiado graves o frecuentes. El problema es que al combinarse generan una sensación de miedo y tristeza que simplemente nos imposibilita a actuar.
Causas.
Se pueden incluir factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales. Estos factores están relacionados con todo, desde el estilo de vida hasta los problemas emocionales y físicos. A nivel biológico, los desequilibrios químicos en el cerebro pueden provocar problemas de ansiedad y preocupación.
Algunas personas pueden estar predispuestas a sentirse ansiosas por haber crecido en un entorno con altos niveles de estrés, lo que las ha condicionado con el tiempo a responder de forma inadecuada cuando se enfrentan a situaciones estresantes en la edad adulta.
Además, las elecciones de estilo de vida, como la dieta, los hábitos de ejercicio, los hábitos de sueño pueden influir en cómo afrontamos las adversidades.
Tendencia hacia la preocupación.
Una de las razones por las que es tan difícil dejar de preocuparse es que puede convertirse en un hábito. Es fácil caer en la pauta de repetir pensamientos negativos y ansiedades, incluso cuando no existe ninguna amenaza o peligro real. Además, puede ser una forma de intentar afrontar la incertidumbre o el miedo a lo desconocido. Después de todo, muchos hacen esto como una forma de intentar anticiparse y prevenir posibles problemas, aunque este planteamiento sea a menudo ineficaz.
Otra razón por la que puede resultar difícil dejar de preocuparse es que los pensamientos ansiosos pueden estar alimentados por creencias tanto negativas como positivas. Las creencias negativas, como «No soy lo bastante bueno», «Nunca podré manejar esto» o «Algo malo va a ocurrir», pueden perpetuar el ciclo. Por otro lado, incluso las ideas positivas pueden ser agotadoras, como «Siempre debo estar preparado para lo peor», «Tengo que controlarlo todo» son solo algunos ejemplos.
Síntomas.
Algunos de los síntomas más frecuentes asociados a este problema son:
- Dificultad para dormir.
- Irritabilidad.
- Pensamientos acelerados.
- Sensación de agobio o descontrol.
- Aparición repentina de fatiga.
- Aumento de la frecuencia cardiaca y la respiración superficial.
Es importante señalar que estos síntomas pueden variar de una persona a otra y también dependen de la gravedad del problema en cuestión.
Aceptar la incertidumbre.
Si no se controlan, la ansiedad, la preocupación o el estrés excesivos pueden tener graves consecuencias, con una disminución general de la calidad de vida; problemas de salud, como dolores de cabeza o problemas digestivos; depresión u otros problemas de salud mental, como ataques de pánico.
En este aspecto, un factor clave para aprender a controlar esta situación es aprender a aceptar la incertidumbre. Vivimos en un mundo en el que es imposible controlar todas las situaciones y resultados. Invertir energía en preocuparse por cosas que no puedes cambiar es, en última instancia, una pérdida de tiempo.
En este sentido, es importante aprender a gestionar y controlar lo que está a nuestro alcance, para no perder el control de nuestras vidas. Algunas estrategias que pueden ser útiles son:
- Practicar técnicas de relajación como la respiración profunda, la meditación o el yoga.
- Realizar actividad física con regularidad.
- Establecer objetivos realistas y priorizar las tareas.
- Dormir lo suficiente.
- Evitar la cafeína y el alcohol.
- Hablar con un terapeuta o consejero.
Por esta razón, es mejor aprender a manejar la incertidumbre, ya que esto puede ayudar a las personas a centrar su energía de forma más constructiva, en lugar de obsesionarse con situaciones inmutables.
Tratar de ser autoconsciente.
Desarrollar la autoconciencia es fundamental para controlar tanto miedo. Aprender a identificar tus desencadenantes puede ayudarte a anticiparte a situaciones difíciles antes de que surjan, para poder gestionarlas con mayor eficacia. Además, ser amable contigo mismo en lugar de atacarte puede ayudarte a aliviar parte de la carga emocional que a menudo conlleva todo este estrés.
En este sentido, un método eficaz para afrontar de manera adecuada esto consiste en reentrenar el cerebro. Esto implica replantear los pensamientos destructivos cuestionándolos o centrándose en los aspectos positivos de una situación. También es importante hacer pausas a lo largo del día para dedicarte tiempo a relajarte y centrarte en actividades que te aporten alegría, como leer, pintar o dar un paseo.
Si descubres que, a pesar de tus mejores esfuerzos, sigues luchando contra la ansiedad, la preocupación o el estrés, puede ser beneficioso buscar ayuda profesional. Un terapeuta puede orientarte sobre cómo gestionar estas emociones de forma saludable y también puede proporcionarte herramientas sobre cómo afrontar situaciones difíciles.
Buscar la paz.
La preocupación y el estrés excesivos pueden ser increíblemente debilitantes si no se controlan. Pero como vimos, existen varias estrategias que las personas pueden utilizar para gestionar sus emociones de forma más eficaz.
Aprendiendo a aceptar la incertidumbre, desarrollando la autoconciencia, tratar de adaptarnos a las circunstancias, buscando ayuda profesional y encontrando formas sanas de afrontar el estrés, es posible llevar una vida más tranquila, donde no seamos controlados por nuestros miedos y, en cambio, podamos disfrutar en todo momento de las cosas que hacemos.