
El miedo es una emoción que puede ser tanto beneficiosa como perjudicial. Puede motivarnos a pasar a la acción, a tomar decisiones que de otro modo no habríamos tomado y a enfrentarnos a los retos. Pero un exceso también puede paralizarnos, impidiéndonos vivir a nuestro máximo potencial.
En este aspecto, el miedo es un obstáculo para ser libre. Nos impide asumir los riesgos necesarios para alcanzar nuestros objetivos. Estamos tan preocupados por las otras opciones que ni siquiera consideramos la que tenemos delante. Nos quedamos atrapados en nuestra zona de confort, preocupados por cosas sin sentido. Pero si queremos tener éxito, tenemos que arriesgarnos, tanto al fracaso como a la decepción.
¿Qué significa ser libre?
Este termino tiene muchos significados dependiendo de la interpretación de cada individuo. Algunas personas pueden pensar que es la ausencia de restricciones, mientras que otras pueden verla como un estado en el que uno puede hacer lo que quiere sin interferencias. Sin embargo, independientemente de lo que la gente entienda por el término, todos están de acuerdo en que la libertad es algo valioso y por lo que merece la pena luchar.
¿Por qué el miedo nos limita para ser libres?
La razón por la que el miedo interfiere con la libertad es porque nos hace temer las consecuencias de nuestros actos, lo que nos hace entrar en un estado de ansiedad que nos hace pensar en suposiciones que a la larga, nos impiden actuar. En este aspecto, no nos arriesgamos porque tememos no ser capaces de afrontar las consecuencias.
Hay que tener valor para arriesgarse e ir a contracorriente, y a veces esos riesgos dan resultado y logramos nuestros objetivos. Otras veces, sin embargo, las cosas no resultan como esperábamos y acabamos fracasando. Pero, independientemente de cómo se den las cosas, tenemos que seguir intentándolo porque el fracaso sólo es temporal si aprendemos de él.
En eso consiste la libertad, en aprender de nuestros errores para poder volver a intentarlo y conseguir aún más éxito la próxima vez. Por esta razón, el miedo nos mantiene a salvo, pero también puede impedirnos alcanzar todo nuestro potencial. Aunque puede ser una emoción útil no nos ayudará si siempre la mantenemos en nuestra mente.
Este tipo de emoción se puede superar con la práctica y la repetición. Puedes practicar cualquier actividad hasta que te resulte fácil y natural hacerla, aunque sea algo con lo que no te sientas seguro. La repetición también ayuda porque cuantas más veces hagas algo, más fácil te resultará.
El mayor limitante.
Al temer algo, creamos una barrera entre nosotros y ello, lo que en última instancia limita nuestra percepción de la situación. Cuando nos enfrentamos a algo que nos asusta, a menudo nos quedamos paralizados por la incertidumbre y la inacción. Otro detalle importante es que esta situación no nos deja hacer diferentes actividades a menos que sea algo familiar, por lo que es difícil hacer nuevos amigos o tener experiencias nuevas.
En este sentido, el problema es que esta emoción controla nuestras vidas en lugar de ayudarnos. Dejamos que afecte nuestros pensamientos y nuestras acciones, incluso cuando no es necesario. Nos convertimos en esclavos de nuestros miedos en lugar de ser libres.
Actitudes diferentes.
Todos experimentamos el miedo de diferentes maneras y en diferentes momentos. Algunos tenemos más problema con la oscuridad que otros, mientras que habrá gente que no soporte las alturas, pero nadie es inmune a él. Esto nos muestra que no debe darnos vergüenza sentirnos de esta manera y que en cambio, podemos seguir el ejemplo de alguien más para lidiar con esta situación.
En este estado, nuestro cerebro trabaja activamente contra nosotros para mantenernos a salvo. Pero si utilizamos las técnicas adecuadas, podemos aprender a controlarlo para conseguir nuestros objetivos.
Hay dos tipos principales de miedos: físicos y emocionales. Los físicos son cosas que pueden ocurrir realmente, como hacerse daño o perder algo importante. Por el lado emocional, están las cosas que podrían no ocurrir pero que igualmente podrían doler, como pasar vergüenza o sentirse molesto. En este sentido, es importante recordar que todas las actitudes son válidas, pero no hay que dejar que nos retengan.
El primer paso es reconocer el problema y una vez que sepas de qué se trata, puedes empezar a trabajar para dividirlo en partes manejables. Esto significa reconocer los hechos de la situación y no dejar que las emociones se apoderen de ti. Una vez que conozcas los detalles, puedes empezar a planificar formas de enfrentarte a él. Una forma es crear un plan de acción, especificando lo que harás si el problema vuelve a aparecer y cuándo lo harás.
Esto permitirá que se vaya superando la situación de manera gradual y que con el paso del tiempo y acciones bien definidas, se pueda tener un mejor control de nuestras debilidades.
Vivir con esto.
El miedo es una respuesta natural y necesaria al peligro, pero también puede ser limitante. Puede impedir que probemos cosas nuevas, que nos arriesguemos y que ampliemos nuestros horizontes. Puede hacer que nos quedemos estancados en el camino y que vivamos una vida insatisfactoria. Pero si estamos dispuestos a dejar de lado algunos de nuestros miedos, podemos abrir la posibilidad de una vida llena de aventuras, crecimiento y sobre todo, llena de libertad.