En nuestra cultura, la felicidad se asocia a menudo con las posesiones materiales y un determinado estilo de vida. Los mensajes publicitarios juegan con esto proyectando imágenes de personas felices que tienen los últimos aparatos, ropa elegante y casas bonitas. Hacen creer que si tuviéramos estas cosas, también estaríamos contentos.
Por supuesto, hay muchos otros factores que contribuyen a la felicidad además de lo que poseemos. Pero los mensajes publicitarios no suelen mostrarnos eso. En cambio, se centran en las cosas superficiales que quieren que compremos y al hacerlo, crean una imagen sobre como es este sentimiento y que queda grabada en la mente de muchas personas.
La publicidad y la búsqueda de la felicidad.
No es ningún secreto que los anuncios suelen proyectar imágenes de felicidad y éxito para vender productos o servicios. Pero ¿qué hace esto a nuestro propio sentido de la alegría?
Para empezar, puede crear una falsa sensación de cómo es esta emoción y cómo deberíamos perseguirla. Se nos bombardea con modelos y celebridades que llevan una vida aparentemente perfecta, conducen coches bonitos, llevan ropa de diseño y se nos dice que si compramos el producto que se anuncia, nosotros también podemos alcanzar ese nivel de felicidad.
Pero la realidad es que la mayoría de la gente nunca alcanzará ese nivel de riqueza o éxito, por muchos productos que compre. Así que, en lugar de hacernos sentir bien, esta propaganda suele hacernos sentir decepcionados, inadecuados e incluso deprimidos.
Además, las investigaciones han demostrado que las posesiones materiales no conducen a una estabilidad duradera. Así que, aunque consigamos adquirir todas las cosas que se publican, es poco probable que nos hagan sentir bien con nosotros mismos.
El papel en la creación de una cultura de la felicidad.
La publicidad desempeña un papel importante en la creación de una cultura de la felicidad. Al proyectar imágenes de gente feliz disfrutando de la vida, los anuncios animan a los espectadores a imitar lo que ven. Esto puede verse como algo positivo, ya que anima a la gente a buscar experiencias que los hagan sentir plenos.
Sin embargo, también puede considerarse problemático, ya que perpetúa la idea de que se trata de algo que puede comprarse o conseguirse por medios materiales. En cualquier caso, los anuncios tienen una poderosa influencia en nuestras ideas, y es importante ser consciente de ello cuando se consumen medios de comunicación.
¿La publicidad nos hace infelices?
La publicidad está en la televisión, en las revistas e incluso en los laterales de los autobuses. Y aunque pueda parecer una forma inofensiva de que las empresas promocionen sus productos, algunos expertos creen que en realidad nos está haciendo infelices.
Todos estos mensajes nos dicen que tenemos que estar delgados, ser guapos y tener éxito para ser felices. Pero la realidad es que la mayoría de nosotros nunca nos pareceremos a las modelos que vemos en los anuncios ni tendremos tanto dinero como las personas que aparecen en ellos. Esto puede provocar sentimientos de inadecuación e insatisfacción con nuestras vidas.
Además, las investigaciones han demostrado que la exposición a los anuncios aumenta los niveles de ansiedad y depresión. Así que, no sólo nos hace sentir mal con nosotros mismos, sino que también puede contribuir a los problemas de salud mental.
Por esta razón, es importante recordar que puede que no te estén mostrando toda la imagen y que el mensaje no debe ser tomado tan en serio. No dejes que te convenzan de que necesitas comprar algo nuevo para ser feliz, porque lo más probable es que no sea así.
¿Cómo manipulan nuestras emociones?
Lo que mucha gente no sabe es que la publicidad también puede utilizarse para manipular nuestras emociones. Los anunciantes utilizan diversas técnicas para aprovechar nuestros sentimientos de miedo, amor y otras emociones con el fin de conseguir que compremos sus productos.
Esto consiste en mostrar a personas que utilizan o disfrutan del producto o servicio que se muestra, que encajan con los demás en diferentes grupos sociales y que lo que los une es todo aquello que compran. Otra técnica para lograr esto se realiza de forma contraria, ya que suelen mostrarnos cómo vamos a sufrir si no compramos el producto o servicio que se anuncia.
Por ejemplo, un anuncio de un sistema de seguridad para el hogar puede mostrar imágenes de una familia a la que roban mientras duerme. El objetivo es hacernos sentir miedo para que compremos el sistema con el fin de protegernos del daño.
La publicidad también puede explotar nuestra necesidad de aprobación social mostrando lo popular y querido que son las cosas difundidas. Vemos continuamente mensajes en los que aparecen famosos que avalan diversos productos. A veces incluso intentan crear una sensación de urgencia diciéndonos que las existencias son limitadas o que esta oferta no durará mucho tiempo, así que tenemos que actuar ahora. Todas estas técnicas son muy eficaces porque se dirigen a una parte muy especifica de la mente que saben aprovechar, de modo que abramos la cartera y hagamos una compra, aunque no queramos o necesitemos realmente el artículo en cuestión.
¿Qué aprender de los anuncios y el mensaje de la felicidad?
Para empezar, es importante recordar que las personas que aparecen en la propaganda suelen ser modelos o actores a los que se paga para que parezcan felices. No son necesariamente representativos de la vida real, por lo que conviene no compararse con ellos.
Dicho esto, hay algunos temas generales que parecen aparecer una y otra vez sobre la felicidad. Uno es la idea de tener muchas cosas. Ya sea un coche nuevo, un reloj de lujo o ropa de diseño, muchos anuncios sugieren que será algo bueno para nosotros.
Otro tema común es la importancia de la apariencia física. Suelen mostrar a personas atractivas que están claramente contentas con su vida. Esto puede ser desalentador para los que no parecemos supermodelos. Pero recuerda que a estas personas se les paga para que tengan un aspecto perfecto; tampoco son modelos realistas.
Entonces, ¿qué significa todo esto para nosotros? Simplemente que no deberíamos creer todo lo que vemos en los anuncios. Deberíamos centrarnos en nuestra propia felicidad en lugar de compararnos con los demás o perseguir cosas materiales. Después de todo, se trata de un sentimiento que viene de dentro, no viene de tener los últimos aparatos ni de tener un aspecto perfecto por fuera.